Hay pocas voces realmente originales en el panorama de la música española, y Daniel Cros posee una de ellas. Parece difícil salir del tópico de la canción de autor en un país marcado por una transición política donde la imagen del cantante comprometido fue transmutándose con el paso de los años en un híbrido multicultural donde sólo pudieron sobrevivir los poetas mejor dotados. Dejando de lado los cantantes melódicos con ínfulas y los soporíferos herederos de la sublimación lírica, quedaban pocas opciones: o los eternos nombres del ayer (Serrat, Pablo Guerrero, Luis Pastor, Krahe, Sabina…) con su alternativa de jóvenes cachorros con vocación de único heredero (Pedro Guerra, Ismael Serrano…), o con suerte algún francotirador loco iluminado por los dioses (Javier Ruibal, Javier Álvarez, Dani Flaco…).

Lo bueno es que a Daniel Cros no se le puede clasificar en ninguna de las categorías anteriores. Ha creado su identidad poco a poco a través de seis discos eclécticos que le han llevado por fin a su trabajo más reciente, un último álbum donde muestra el resultado de ese crecimiento lento y a veces doloroso. Parece decir con Aquello era entonces, esto es ahora que el pasado le ha servido, le ha permitido convertirse en el artista que es hoy, y que por fin se siente especialmente a gusto en su piel. Pero que ya no hay por qué recordar que fue integrante de esos míticos Brighton 64 de mediados de los ochenta, que pasó ya su etapa de estudiante en el Taller de Músics y su tiempo dedicado a la docencia, o que se dejase seducir años atrás en La Habana por la música latina… Ahora Daniel Cros es una síntesis: el resultado de una cálida fusión de géneros de inspiración transatlántica, como en la italianizante Fortuna de haberte conocido con la que abre su disco, que le hace aparecerse como una suerte de Leonard Cohen latino.

 Se mueven sus canciones entre melodías sin referentes que le permiten convertirse en un puente exótico entre el jazz, los ritmos latinos y el cantautor apasionado que en el fondo es, mostrando su mejor baza con unas letras exultantes que cantan a la vida, al amor, al exceso… Textos que son el punto fuerte, por sus rimas atrevidas y distintas, de unas canciones luminosas que contagian alegría de vivir. Palante, Una noche oriental, Sangre del sur o Siempre es demasiado tiempo son invitaciones, son llamadas, mensajes en botellas lanzadas al mar que esperan ser encontrados por oyentes atrevidos, de esos que se sienten atraídos por el misterio, que aceptan de buen grado lanzarse a lo desconocido esperando encontrar algo nuevo, alguien que les haga sentir la emoción de la primera vez. Alguien como Daniel Cros…